Estamos tan acostumbrados a ponernos una máscara de felicidad y callarnos que cuando verbalizamos lo que pensamos nos asustamos. Si no nos asustamos a nosotros mismos, asustamos a los demás.
En los últimos meses he hecho un ejercicio de plasmar pensamiento, de poner negro sobre blanco, de escribir lo que me pasa por la cabeza. ¿Significa algo? ¿Sirve para algo?
Significa que he despertado (otra vez) al fascinante universo del conócete a ti mismo. Si no te miras dentro de cuando en cuando y te exploras, no puedes conocer tus propias necesidades y si no las conoces, no puedes hacerte feliz. Tampoco quiere decir que el hecho de conocerte vaya a significar que automáticamente vayas a ser feliz… pero cuanto más te conozcas, en mejor disposición estarás para hacerlo.
Significa que soy capaz de sentir cosas y de escribirlas, lo que no implica que me pase la vida sufriendo aunque escriba sobre dolor y sufrimiento. También escribo sobre alegría o sobre lo que (me) pasa alrededor, sólo que por algún motivo, estos posts suelen tener menos predicamento… y no entiendo por qué… o sí lo entiendo…
Significa que me pongo a reflexionar sobre algo y tirando de un hilo llego a un sitio que ni me imaginaba cuando empiezo a escribir y escribo sobre variaciones de mi propio pensamiento, lo que no significa que el pensamiento original sea ese ni que necesariamente me tenga que aplicar todo lo que escribo.
Ejercicios literarios los llamo yo…
Cada uno tiene que valorar si le sirve el reflejo de su propia imagen en lo que los demás escriben o quiere ponerse a rascar un poco a ver qué saca. A mí lo primero me ayuda, a veces, a visualizar o a intuir por dónde tengo que empezar a escarbar en un momento determinado… pero sin lo segundo no podría vivir.
Foto de ch.weidinger via photopin cc.
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