Después de un año bastante aciago, llevo un par de semanas de subidón en subidón.
Es verdad que el agujero sigue ahí, pero, en cierto modo, la herida sangra menos y los pensamientos que me vienen a la mente a ese respecto son demasiado íntimos como para publicarlos.
Ha sido cuestión de dejar el tiempo pasar y dejarme mecer por las olas sin luchar contra ellas. Diez meses después, parece que las aguas vuelven poco a poco a su cauce.
Como soy un poco como Ballin Munson, creo que uno se fabrica su propia suerte y estoy recogiendo lo que he ido sembrando. Y mola todo. Y no solo mola porque al final terminas viendo el mundo de otro color, sino también porque te das cuenta de que eres tú la que has expandido el círculo y lo has ido tratando con mimo.
Tomar conciencia de ti misma y de tu entorno no es menor. Quizá por eso el tiempo parece que se detiene a veces y los días, semanas y meses se hacen eternos. Tu rutina lo suele invadir todo con su plácida comodidad, pero en estos momentos de ruptura, la comodidad muta y te desconcierta. Y te aferras a las pequeñas cotidianidades como un náufrago a su tabla para no ahogarte. Pero a lo que voy, creo que puedo decir que empiezo a ver salir el sol.
Y no sé si esta sensación seguirá mucho tiempo o no, pero de momento la disfruto.
Foto vía Swami Stream via photopin cc.
Yo también creo que recoges lo que siembras y que haces tu propia suerte el caso es insistir y insistir en lo que de verdad crees y en escuchar a tu corazón y que el amor es lo único que cuanto más das mas tienes.