(Artículo publicado en El Correo el 8 de agosto pasado)
Si los partidos abertzales en su conjunto defendiesen la independencia, el derecho de autodeterminación o lo que fuera y sumasen una mayoría clara de forma reiterada, el Estado estaría en la obligación de darle una solución a la cuestión. Hasta el momento, lo que sabemos es que sólo algunos de los partidos abertzales -los minoritarios, por cierto- defienden la independencia. Por tanto, no pasa de ser una reivindicación política. Legítima. Tanto como la reivindicación de justicia social que plantea el PSE-EE, pero no más legítima que ésta.
A pesar de todo, y sin posibilidades prácticas de llevarla a cabo, el lehendakari y el PNV insisten en que hay que consultar a la sociedad vasca, porque tenemos ‘derecho a decidir’. Como las viejas supersticiones que adquirían condición de corporeidad con el mero hecho de repetirlas, la consulta ya es una entelequia política que se cierne sobre todos nosotros. La sociedad vasca y los partidos políticos vascos ya no pueden abstraerse de que Ibarretxe ha diseñado una realidad política a su medida. A la medida de una pormenorizada y confusa ‘hoja de ruta’ propiciada básicamente por su urticaria electoral.
Parecería que Ibarretxe tuviese sentido común al querer trasladar a la ciudadanía al centro del debate, pues es ella «la que debe decidir su propio futuro». Pero es también evidente que con esa afirmación obvia el importante hecho de que los vascos venimos decidiendo por nosotros mismos desde hace décadas -bien lo sabe su partido, que va a cumplir la treintena de años en el poder-.
En este sentido, Iñaki Anasagasti falta a la verdad cuando viene a decir que el Estatuto está incumplido, además de «culpable y expresamente bloqueado por los sindicatos estatales y por la gran administración» (‘El anecdotario de Jáuregui’, EL CORREO, 1-8-08). Qué sería del nacionalismo sin una ‘gran administración’ que se pasara el día machacándonos… en fin. Yo, que nací en 1977, ni tengo la memoria histórica del señor Anasagasti, ni guardo tantos reproches hacia nadie como los que él lanza contra Ramón Jáuregui a través de este medio de comunicación. Supongo que ésta es la forma normal de actuar entre personas razonables. En cualquier caso, lo que sí tengo es el suficiente criterio como para entender la historia reciente de mi país y, por supuesto, el Estatuto de Gernika. Y me pregunto qué credibilidad puede tener quien dice que «Zapatero no lo ha movido en los últimos cuatro años», obviando deliberadamente que la fórmula de financiación de la ‘Y’ vasca supone «un paso firme en el desarrollo del autogobierno vasco» (Nuria López de Guereñu, ‘El Diario Vasco’ 25-04-06) ¿Cómo se puede decir que se incumple el Estatuto cuando 9 de cada 10 euros que recaudamos se quedan aquí? ¿Quién gestiona la sanidad en Euskadi? ¿Quién gestiona nuestra educación? ¿Quién gestiona nuestra industria o nuestro sistema de transportes? ¿En virtud de qué ley, si no del Estatuto, es Ibarretxe lehendakari? ¡Ya está bien de falacias y de victimismo! Hay que llorar menos y gobernar más. El Estatuto está cumplido en su globalidad y, como consecuencia, tenemos una inmensa capacidad de autogobierno. Otra cosa es que lo gestionemos bien. Y para gestionar bien el autogobierno, para ejercerlo de forma plena, hacen falta, desde mi punto de vista, dos cuestiones básicas: en primer lugar, voluntad de acuerdo; y en segundo lugar, claridad. (…)
Para seguir leyendo:
http://www.elcorreodigital.com/alava/20080808/opinion/estamos-20080808.html
Tienes razón. Escribí el artículo para mi blog y aún sin retocar te lo postee como comentario. ¡Pero tienes toda la razón, sorry! (la versión que subiré al blog corregirá -de hecho ya lo está- el error).
Sorry, y gracias.
un abrazo
Txantxangorri, te leo atenta, pero veo que me mencionas y me contestas a mí. El autor de este post es Óscar Rodríguez, que es el que figura como autor del mismo.
Un saludo.
Es curioso. Yo pensaba que la izquierda y socialismo jamás renegarían y desnaturalizarían un acto tan político y justo como es una consulta popular. Pero basta que haya sido Ibarretxe para que consultar divida y el hacerlo sea un engaño antidemocrático e ilegal. No es curioso, es triste que en política los principios cambien tan rápidamente y los políticos pronto olviden que los poderes públicos están obligados a estimular la participación ciudadana, convencidos como están de ser ellos suficientemente buenos para resolver nuestros problemas.
Política y democracia significarían juntas no posicionarse en contra de ninguna consulta, favorecer las más posibles y luego votar sí, no o no votar. Puede que Ibarretxe y el Gobierno Vasco se merezcan un 60% de abstención, pero criminalizar un acto consultivo declarándolo ilegal cambiándole el nombre (dale con lo de referéndum) no es un acto democrático. Hasta que el Tribunal Constitucional diga que no lo es, al menos debiera respetarse la «presunción de inocencia» siquiera para una ley. Contra ciertas leyes y ciertas personas esa «presunción» tan democrática brilla comúnmente por su ausencia… es triste, en democracia.
La realidad es que ardo en deseos de saber en qué país vivo y qué ley tan fantástica y omnipresente es esa Constitución de 1978 que prohíbe a un presidente autonómico convocar consultas entre sus ciudadanos. Dirán que atendiendo al fin, que pretende la desanexión de un territorio español, pensarán por Ibarretxe después de haberse leído la ley de consulta porque no encontrarán una coma inspirando a la secesión (son dos folios, de verdad, si no se la ha leído ¡a qué espera!, no deje que otros piensen y opinen por usted), así criminalizarán una idea (supuesta) que curiosamente nos cuentan puede ser defendida en este estado de derecho en el que, dicen, todos cabemos y todos estamos representados.
Si caben los independentistas también y si hay libertad ideológica mientras no se delinca, no debería ser delito convocar cualesquiera referéndum, incluso los que aboguen por abolir la monarquía o la Constitución. Los defensores de esta democracia, o este supuesto estado de derecho, presumen de que en el ordenamiento jurídico están contemplados los cauces para llevar un referéndum de tal envergadura. Curiosamente si y sólo sí nos dan ellos su permiso, porque son los propios garantes del actual sistema quienes dicen qué es legal y qué no, preguntar. Curiosa democracia. Es legal ser independentista pero es ilegal promover la independencia con la palabra y con el voto. Ideas políticas puedes “tener” te dicen, ahora bien como intentes llevarlas a cabo, aún de forma pacífica y enciclopédicamente democrática, es Estado lo impedirá. Curiosa concepción de la democracia.
Cierto es que nos venden que el Estado ante ciertas solicitudes, reformas o propuestas, como las independentistas, ha de defenderse, con la ley. Es un engaño. La ley no defiende al Estado, defiende “El Sistema”. Legales, sanos y democráticos serían otros muchos sistemas de organización del mismo Estado que podrían alcanzarse si la ley defendiera un concepto más puro de estado democrático, antes que al sistema. Pero los políticos legislaron como legislaron, bien conocedores de las realidades históricas y de dotarse de un sistema bueno no para un pueblo libre, sino para que los partidos políticos se apropiaran de toda capacidad de decisión (que no opinión, pero al tiempo…).
Que el PP (¡que ha tenido alcaldes que han aprobado y celebrado consultas desanexionistas, por cierto. Sin que aparecieran los tanques!) reniegue de una consulta popular, por principios no sorprende. ¡Que lo haga el PSOE da grima!
Resulta triste también el argumento de que se intenta imponer la consulta a base de repetir y repetir. Lo cierto es que algunos, y en este caso generalizo no me quedo en la consulta vasca sino en miles de otras que debieran venir por lógica democrática pero que visto lo visto democráticamente no vendrán (paradoja de estado), van dejando de ser demócratas sin darse cuenta, renegando del concepto y del uso de la auténtica palabra popular. Y lo más triste es que no es por interés político, sino única y exclusivamente por mandatos del partido, por interés partidista. Que el partido dice que un presidente autonómico no tiene derecho a realizar una consulta popular en su autonomía, pues se admite como nuevo dogma de fe democrático y punto. Es triste, muy triste.
Se nos dice, nos queda el consuelo, de que se nos consulta cada 4 años -como sostiene Maripuchi y su Mundo, inspiración de estas líneas: Mientras se reniega de la legitimidad de esas consultas “cada 4 años” y de cada propuesta mayoritaria que emana del resultado de las mismas; se nos dice que seamos como Vicente que votemos cuando nos digan y punto. Triste es que se pretenda dar lecciones con ello para comprobar después como se respeta del Ebro para abajo las resoluciones democráticas que toma el parlamento democrático de Vitoria.
Y es que si tenemos en cuenta, como dice Maripuchi, que ya se nos consulta cada cuatro años, habrá que tener en cuenta el resultado de esas consultas. Si los partidos políticos vascos en su mayoría vienen reclamando una nueva relación con el Estado porque estiman que la vieja (Estatuto de Gernika) está en vía muerta y esos partidos representan mayoría parlamentaria (y social), aún con derecho a error, tendrán la razón democrática de su lado y deberían ser tomados en cuenta; pero mientras se afirma lo primero contra la consulta propuesta por el Gobierno Vasco (“ya votamos”), se ridiculiza no solo el resultado, sino a los vencedores. Triste democracia en la que el máximo argumento de algunos ciudadanos interesados en la política es “ya votamos, ¿para qué nos tienen que consultar?”.
Hay otras frases sublimes en el texto que me inspiró: «¡Qué sería del nacionalismo sin una gran administración que se pasara el día machancándonos!»… ¿Pero esa gran administración no es fiel reflejo de lo que votamos los vascos cuando se nos consulta cada cuatro años? ¿no se merece un respeto por ello, aunque no guste?. «¡Qué sería del socialismo andaluz sin una gran administración que se pasará el día machacándonos!» podría opinar de igual forma cualquier antidemócrata andaluz, por cierto. Argumento sin calado, una idea sin más recorrido: cuando la administración está en manos del adversario político siempre nos machaca.
Sobre el Estatuto… claro que existen Osakidetza, la Ertzaintza y hasta Eusko-post. Ahora toca buscar quien nos explique qué es una ley viva (aunque parezca muerta) y algo sobre transferencias pendientes. Y da igual, porque aunque se hubiera desarrollado al cien por cien (reconocido que no es así hasta por destacados dirigentes del PSE, por cierto, aunque maticen los motivos), los tiempos cambian, las necesidades políticas y sociales también, amén de las económicas, obvio. Resulta que la mayoría del parlamento vasco considera que dicha ley ha tocado fin y necesita revisión. Democráticamente se responde que esa mayoría parlamentaria delira con historias que al ciudadano le importan una mierda.
Pues como ciudadano diré que esas “histerias” me importan. Y me importarán siempre más allá de cual sea la línea ideológica y el dogma democrático que quiera imponer el partido al que pertenezca (yo a ninguno, ¡dios me libre!, redacto así a ver si alguien se da por aludido). Hay a quienes no le importan en absoluto, creyendo que son normalmente quienes con democrático respeto se abstienen. De lo que sí estoy seguro es de que a quienes les importa una mierda, ya les importa algo.
Haré una pregunta si se me permite: dado que ser nacionalista vasco, si se es demócrata y por supuesto contrario a imponer ideas con violencia, no es pecado, digo delito; dado que el Estado es tan fantástico que permite a un independentista “tener” sus ideas… si usted lo fuera, nacionalista o independentista, lo que quiera, ¿qué haría para que su estrella (la de su país) luciera como una más en la bandera de la UE (no para ser una república bananera como insistentemente se engaña? No tendría otra alternativa, incluso entre las legales, que usar legítima y democráticamente el parlamento como representante de la soberanía popular y legitimar tu iniciativa con la mayoría, no existiendo otro tipo de legitimidad posible que Ibarretxe, en este caso, pueda tener. Pues eso es, en este estado de supuesto derecho, lo que precisamente hizo hasta que llegó a Madrid, donde como en la mayoría «consultada» vasca no había ningún socialista (ni popular) se le dio con la puerta en las narices, vendiendo la democrática verdad de que su reclamación no es justa, sino una paranoia o una ilusión óptica de la que reniega hasta la propia sociedad. Triste democracia.
Cerrada la puerta ¿qué debe hacer el Lehendakari?. ¿Qué haría usted? Cualquier demócrata estaría contento de tener puentes para que la sociedad pudiera dirimir entre demandas políticas justas, gusten o no. Pero para los demócratas españoles lo que debe es esperar a perder las próximas elecciones. Mientras tanto, la respuesta es prohibir y rezar para que las pierda.
Querida Maripuchi, yo me pregunto: si los vascos no queremos ni consultas, ni más autogobierno, ni más autonomía, si lo de Ibarretxe y Arzallus no son más que paranoias de nacionalistas frustrados, si es tan evidente el engaño y la división a la que nos someten a la ciudadanía vasca, si ya se nos consulta cada cuatro años como sostienes ¿somos tan tontos que «democráticamente» (y entre comillo porque sé que molesta, a otros) les volvemos a elegir una y otra vez? ¿Por qué niegas legitimidad a propuestas legítimas?
Para acabar y al olor de los últimos resultados electorales y encuestas que anuncian una más que posible victoria del PSE en las próximas elecciones autonómicas que se acercan, quizá no con la misma ilusión que hace 7 años con Mayor Oreja que traía la libertad con él y sus negocios, o hace cuatro con Patxi López «el talante dialogante”, da gusto ver como ese posible resultado se vende como un «¿no ve señor Lehendakari como no tenía razón?». Y no negaré que así fuera, porque desde ese momento Ibarretxe no tendrá la democrática razón, que pasaría a la nueva mayoría político-social.
Así compararemos argumentos y legitimidades. No me equivoco si afirmo que para los nuevos vencedores lo más reiterado será afirmar, como ya se hace, que su victoria es la prueba del nueve final de lo absurdo del sentir y vivir en clave nacionalista vasca. Las pruebas anteriores del uno al ocho no debieron salir muy bien… «Ahora que por fin he ganado te habrás dado cuenta ex-Lehendakari de que no teníais razón durante vuestros últimos treinta años de victorias», podría ser un buen pié de tira humorística tras el primer encuentro post-electoral.
Y es que la democracia española está bien cuando las cosas van bien encauzadas, ya se sabe.
Al Lehendakari el Estado no le ha dejado otra salida negada la legitimidad de la soberanía popular vasca que reside, según la Constitución Española, en el parlamento. Promover una consulta popular a través del propio parlamento es un acto político y esencialmente democrático, más aún si la propuesta viene del máximo órgano político que puede sostenerla (y de hecho la sostiene con mayoría). La sorpresa nos la hemos llevado cuando en contra del sentido común democrático algunos han querido encarcelarle, mientras otros renegaban de conceptos pulcramente democráticos y con ello de su pasado y sus principios. Hablo del PSOE, como no.