Han pasado veinte años y parece que fue ayer cuando yo iba al cole y hacía gimnasia, que, entonces, se llamaba educación física.
Mi profesor, Azpeitia, era muy exigente. A mí me encantaban él y sus clases. Me llamaba «mi atleta» porque una vez nos había recomendado -sobre todo a las chicas- comprarnos ropa deportiva adecuada a nuestro sexo (que en realidad era mucho más cómoda que llevar braguero) y yo le había hecho caso.
Solía esforzarme por encima de mis límites físicos en sus clases, quizá (o precisamente) porque es el tipo de persona que hace que me apetezca superarme, cosa que no todos mis profes consiguieron.
El caso es que leyendo noticias como esta, como esta o como esta otra se me abren las carnes… porque, ¿dónde está el límite? ¿son los profes conscientes de las limitaciones de sus alumnos? ¿les permiten ir más allá? ¿es bueno tanto afán de buscar la superación?
El límite quizás esté en la diferencia entre potenciar y forzar, no?
Siempre es bueno que alguien te proponga retos, pero quien se esfuerza debería ser uno mismo.
Salud!