Ayer me empezó a doler la espalda. La culpa fue mía; porque anteayer me quedé frita en el sofá (en una postura dudosa) con la niña en brazos. Tal placer tenía que tener truco. Efectivamente.
La contractura que tengo desde hace unos años (y que da guerra una vez al año más o menos) ha vuelto por sus fueros. Y es horrible.
Como no es la primera vez que me pasa, puse en marcha el plan de contingencia: reposo relativo (muy relativo, habida cuenta que los niños están por casa, los dos, que el mayor está malín), manta eléctrica a tutiplén y un relajante muscular para ir a la cama.
Peero, hoy me he levantado peor que ayer. Ayer sólo me dolía cuando me movía en cierta posición y hoy me duele siempre.
En fin, mi reflexión del día es sobre la salú.
Cuando la tienes, no piensas en ella. Y sólo lo haces cuando hay algún achaque …
Y es que no somos nada …
Si somos lo que es la «salú»
Que os recuperéis pronto el chiquillo y tú. ¡Besos!
… y los movimientos perjudiciales que hacemos al cabo del día. Cuando no duele no somos conscientes, pero si estamos un poco contracturados… Yo llevo una temporada tocadín también y, aunque ya estoy algo mejor, no veo la hora de que se me pase. Claro que con esto del estrés, es posible que tenga la espalda como un palo pa los restos.
Para más inri: no hay nada como que te duela la espalda para que todos los golpes fortuitos del día vayan a parar ahí o al crío le de por pedir que lo lleves «mamá a coscaletaaaaaaas»
Y es en estas circunstancias cuando te das cuenta la cantidad de veces que utilizas esa parte del cuerpo al cabo del día y lo mal que se pasa cuando duele.
Mucho ánimo, niña!