Navegando navegando …. he dado con una conferencia de Javier Ortiz (periodista) sobre Medios de Comunicación y Pensamiento Único, vamos, sobre la globalización de la comunicación, que me ha parecido super interesante.
Os pongo un extracto y el link a su web, por si queréis leerla entera.
La prensa diaria en el mundo presenta, como no podía ser menos, una gran variedad, dependiendo de las tradiciones de las diversas áreas culturales, e incluso de las de cada país, de su fortaleza económica, del nivel de alfabetización de las poblaciones respectivas, etcétera.
No obstante, esa variedad es más aparente que real. Se refiere más a las formas que a los contenidos. Por un lado, la progresiva desideologización de la labor periodística –entendiendo por tal la adopción de patrones ideológicos equivalentes, si no idénticos, que entronizan los postulados formales de la ideología neoliberal– y, por otro, la estandarización de las técnicas de redacción de las noticias hacen que los contenidos de los periódicos se estén uniformizando cada vez más a lo largo y ancho del mundo.
A ello contribuyen poderosamente dos factores.
En primer lugar, la labor de las grandes agencias de noticias. Sólo los rotativos más poderosos tienen una red de corresponsales propios que les permite cubrir la información potencialmente relevante a escala internacional. Esta red, de todos modos, y en el mejor de los casos, abarca únicamente las principales capitales de cada continente, lo que conlleva carencias fundamentales. Es cierto que, en casos extraordinarios, los periódicos desplazan a sus enviados especiales, pero éstos no les aseguran la cobertura del día a día. Así las cosas, todos los diarios del mundo deben nutrirse del material que les proporcionan las grandes agencias de noticias.
En el mundo de hoy hay muy pocas grandes agencias de prensa. Está Reuter, controlada por una comisión paraestatal de la Commonwealth; está la Asociated Press (AP), que es una cooperativa formada por los principales diarios de Nueva York; está la United Press International (UPI), que es de capital privado norteamericano, y está la France Press, que es de propiedad pública francesa. La vieja Tass soviética se ha fragmentado y ha perdido buena parte de la influencia que tuvo. En el ámbito internacional de habla española, la agencia española Efe cuenta con considerable acogida.
Aunque no hay cifras oficiales sobre ello, se calcula que unas dos mil personas trabajan diariamente para alimentar de noticias a estas agencias. Pero a esa cifra hay que sumar muchos miles más de periodistas que no son de plantilla, pero suministran noticias a las agencias (o, eventualmente, a los propios periódicos), sea de modo habitual, sea esporádicamente.
Esta enorme concentración de las principales fuentes de información conduce necesariamente a una equivalente homologación de los periódicos que se elaboran con ellas. Y, si bien las grandes agencias tienen a gala utilizar un estilo de redacción aséptico, sin valoraciones explícitas ni adjetivaciones, es obvio para cualquier persona avisada que la propia selección de lo que se considera noticia y los aspectos que se resaltan dentro de ella constituyen un filtro condicionante de las valoraciones que cada periodista y cada medio de prensa en concreto, y finalmente cada persona que lee, pueden establecer con relación a los hechos relatados.
Hoy en día han cobrado gran importancia también los servicios llamados sindicados, que son agencias dedicadas a proporcionar a los periódicos pequeños artículos de análisis, columnas de opinión y hasta editoriales, por extraño que esto último pueda parecer. Un gran número de periódicos locales se abastecen así hoy en día de opinión homogénea servida desde los grandes centros opinantes.
En segundo lugar, el proceso global de uniformización de la prensa diaria, y de los medios de comunicación, en general, viene dado por la importante concentración de la propiedad que ésta ha experimentado a partir de los años 70, pero muy especialmente en la década de los 90.
En el mundo actual, la tendencia principal en el terreno de los medios informativos es la marcada por la constitución y el reforzamiento de los grandes emporios multimedia. Hablo de empresas que publican varios periódicos y revistas, que tienen canales de radio y televisión, productoras y distribuidoras de cine, editoriales de libros y sellos discográficos… Empresas que, en la actualidad, trabajan también en el mundo de la telefonía, de las comunicaciones por satélite, de la informática… Lo más frecuente es que esos poderosísimos tinglados se formen no por expansión del mercado, sino a través de un proceso de concentración de la propiedad previamente existente: las empresas mayores van absorbiendo empresas menores y se fusionan entre sí.
Lo cual tiene dos efectos, y ambos extraordinariamente perversos.
De un lado, conduce a la reducción progresiva del pluralismo informativo y de la variedad de líneas de opinión. Estas empresas ponen a nuestra disposición, sin duda, una oferta enorme, pero sólo en cuanto al envoltorio: el contenido ideológico-político final es siempre el mismo. Es el mismo autor último el que se encarga de todo: de elaborar productos cultos para el público culto y productos basura para la gran masa; de dar deportes al que quiere deportes y cine al que desea cine… Incluso pueden escenificar un falso pluralismo: nada les impide, por ejemplo, elaborar mercancías de elevada religiosidad y, a la vez, porno duro. El mercado se compone de muy diversos sectores y ellos los van atendiendo uno a uno, sacando provecho de las necesidades de cada cual. Pero sus opciones ideológicas y políticas, explícitas o latentes, son invariablemente las mismas.
Este efecto perverso se ve multiplicado por otro: la concentración de la propiedad conduce también inevitablemente a la oficialización de los grandes consorcios de la comunicación.
No podría ser de otro modo. Quien necesita del visto bueno gubernamental para sus negocios –porque precisa que la Administración le conceda determinados permisos y licencias, y que se las renueve cada tanto– no puede permitirse el lujo de llevarse mal con quien ostenta la titularidad del Poder político.
Así como un diario independiente puede tener relaciones de franca hostilidad con el Poder político, e incluso ir viento en popa a toda gracias a esas malas relaciones, la existencia de graves disfunciones en la relación entre un gran consorcio multimedia y el Poder político establecido es un fenómeno difícilmente mantenible. No ya a largo plazo: incluso a medio término. O el Gobierno cede o lo hace el consorcio empresarial. Dos poderes tan importantes no pueden estar en posiciones antagónicas.
Porque esos grandes grupos multimedia son Poder. Y a veces su poder es enorme.
claro, hacen falta pioneros 🙂
También tienes razón, Zalakain … pero esta nueva forma de información no está al alcance de la mayoría….
Sigo en desacuerdo 🙂
La calidad de la información «masiva» siempre ha sido mala. Creo que el post no habla de un empeoramiento de la calidad de esa información, sino de una homogeneización a través de, como bien resume Jorge, «la terrible concentración y uniformización de los medios».
Yo no digo que la calidad de la información «oficial» mejore (o que pueda mejorar). Lo que sí creo es que estamos en una coyuntura en la que nosotros, el público,
somos capaces de crear estructuras informativas diferentes, consumiendo, difundiendo y creando información.
Yo, la verdad, estoy un poco con Jorge.
Un telediario dura 40 minutos, de los cuales 20 son fútbol (que no deporte), 5 son patrocinio, 5 del tiempo y de noticias quedan 10 … la mitad de esos 10 minutos parece El Caso …
Es cierto que tenemos medios alternativos y más democráticos de informarnos, pero ¿a quién llegan?
El grueso de la población ni siquiera lee un periódico (igualmente manipulable, pero ante el que hay algún mecanismo más de defensa, porque se seleccionan noticias de un espectro más amplio, se releen…), sino que se conforma con los «informativos» de la tele, basados en la falsa idea de que «ver es entender» y en el espectáculo. Y que, precisamente porque son la forma que elige la mayoría para «informarse», están mucho más intoxicados.
En resumen: diez minutos de grandes noticias, «seleccionadas» y normalmente tendenciosas como poco, diez de publicidad y diez de chismorreos/estupideces/deporte. A mi me da miedo que muchos conciudadanos tengan del mundo esta visión, a la que habría que sumar los tomates, salsas y dolces vitas de rigor. ¡Buf!
Pues yo no estoy de acuerdo con Jorge, porque, si bien es verdad que esos lobbys informativos están estandarizando y limitando la capacidad de opinión, también es verdad que la conciencia de que eso es así está aumentando y que existen otros fenómenos paralelos (léase blogs 🙂 que están transformando la manera en que la información se difunde y se asimila. Ya veremos.
Gran y espantosa verdad. Además, cada día vamos a peor. Una democracia mínimamente decente necesita, entre otras muchas cosas, una población BIEN (no confundir con MUY) informada. Y esto cada vez es más difícil, entre otras cosas por la terrible concentración y uniformización de los medios. Si empezamos a hablar de los cada vez más potentes fondos de reptiles y demás maravillas ya tenemos tema para deprimirnos.