(Continuación de El negocio de los Idiomas).
Pues ha vuelto a pasar. He vuelto a suspender.
Esta vez ha sido una sorpresa absoluta porque salí del examen bastante contenta. He mejorado drásticamente la nota del escrito, lo que me congratula, porque básicamente fue lo que más preparé. De hecho, y dadas las notas del anterior examen y la fecha del siguiente (a mes y medio de que me dieran la nota) la opción era apostar por mejorar en lo que, pensé, que me iba a resultar más fácil mejorar, como así ha sido.
Salí de la academia donde había estado preparando el examen y que, francamente, no terminaba de convencerme… y contraté a un profesor particular especializado en, precisamente, escribir para pasar esos p. exámenes. En mes y medio, de suspenso en writing a notable. Vale que yo me esforcé un huevo, pero está claro que ha dado resultado.
El hecho de que la academia no me terminara de convencer, básicamente radica en que la profesora principal era española y tenía un acento entre malo y peor. Y una, que lleva toda su vida estudiando inglés, está muy mayor para tener mejor pronunciación que su profesora. Nada que objetar a sus conocimientos gramaticales o de vocabulario, pero, insisto, con un determinado nivel, es inadmisible (o me lo parece a mí), que el profesor no sea nativo. No pido que hablen como la reina de Inglaterra, de hecho, a mí me gustan muchísimo más el acento y el inglés americano, en general… pero que tenga coletillas en castellano… en fin…
La profe que nos daba oral, por contra, era canadiense, me parecía buenísima, pero esta es otra historia.
El sistema está montado para que la gente haga los ejercicios en la academia y no en su casa, que es donde hay que hacerlos, así, si vas a una academia pierdes un montón de tiempo valiosísimo que podrían estar dedicando a explicar conceptos gramaticales complejos u otras cosas, en hacer lo que la gente no hace por su cuenta. Una pena.
Sea como sea, me salí del sistema tradicional y probé suerte por mi cuenta. Y, como digo, he vuelto a suspender.
Tras analizar las notas, aquí va el motivo de mi alucine: he sacado un 192 / 230. Han cambiado el sistema de calificación. Antes era en base 100 (y el aprobado estaba en 60) y ahora es en base 230 (y el aprobado está en 200). ¿Y qué más dará?, diréis. Pues parece que sí da.
Antes necesitabas un 6 para aprobar y ahora necesitas un 8,7. Así de sencillo.
Si traslado mi calificación de 192 a base 100, obtengo un nada desdeñable 8,3. He mejorado mi nota de diciembre en casi 3 puntos… y he vuelto a suspender. Es más, si pongo mi marca de ahora en la forma de puntuar de diciembre, habría tenido una B (notable). Si pongo mi marca de diciembre sobre la de ahora, no llego ni a nivel C1, según sus escalas, que ellos sabrán de dónde las sacan.
Vale, han subido el nivel del examen y nos ha pillado a todos a contrapié. Y tanto, como que insisto en que no se valora el conocimiento sobre la lengua sino si eres capaz de contestar preguntas truculentas sobre textos infumables (asumir que alguien con nivel C1 o menos entiende los artículos es una entelequia). No tienes que entender una audición, eso es fácil. Tienes que contestar preguntas trampa sobre lo que acabas de escuchar… Y así nos luce el pelo. Mientras tanto, en Cambridge, forrándose a costa de todos los que necesitan tener acreditados los niveles de su idioma, con un par.
Me toca volver a pagar los 220€ de rigor… y volver a probar suerte en verano… porque tengo claro que es suerte. Y la próxima vez que alguien me venga hablando de la exactitud británica, lo mismo me acuerdo de…
¡Ah! Algo más. Aunque ya lo comenté por aquí el otro día y sé que doy mucho la vara en redes sociales con el tema, he abierto un espacio para escribir en inglés (sí sí, en inglés) en Medium. Os podéis suscribir a mi canal 🙂