Ha pasado el tiempo suficiente como para que un zas en toda la boca se convierta en anécdota vital, de esas divertidas y que me acompañan y me acompañarán para siempre.
Corría el año 2002 y mi relación con mi ex pareja ya no pasaba por su mejor momento. A él le gustaba la música «blandita»… Kenny G, Michael Bolton, ya me entendéis… Yo siempre he tenido el gusto infinitamente más ecléctico, pero por no tenerla, pues casi siempre terminábamos escuchando a esos clásicos del ñoñismo (entonces ya lo eran).
El caso es que una tarde de sábado primaveral madrileño, fuimos a comer a casa de un colega de profesión suyo, un tío majérrimo pero cuyo nombre no recuerdo, que vivía en una urbanización pijísima de Aravaca… o de Pozuelo… bueno, por la zona quedaba. Comimos como campeones, nos azotamos unos buenos vinos y, tras la comida, en plena hora de la siesta, los muchachos empezaron a hablar de la música que a las mujeres nos gusta escuchar cuando estamos cachondas. Mi ex defendió vehementemente los saxos como fuente suprema de líbido, mientras que su amigo decía que no, que a las mujeres lo que nos pone es el heavy y el guitarreo.
Yo asistía a tal conversación con cara de póker y de peroquécoñohehechoyoenestavidaparamerecerestaraquíaguantandoestaconversación cuando el amigo me metió de un plumazo: «¿Y tú qué opinas?» Ehrrr, ¿yo? Contesté sin pensar, llevada más por la gana de llevarle la contraria a mi ex que por mis verdaderos gustos musicales a la hora del té. «Por supuesto», dije. «A nosotras lo que nos va es la marcha».
Mi ex puso los ojos como platos y antes de que le diera tiempo a replicarme algo así como «qué calladito te lo tenías», su amigo se levantó como si tuviera un resorte en salva sea la parte y me dijo: «¿Te mola ACDC?», abrió de par en par las ventanas (que daban a una piscina en la que reinaban la paz y el silencio – recordemos que era un sábado a la hora de la siesta) y puso este tema a todo lo que daba su equipo de música.
Ese día yo tuve una epifanía, mi ex vio claramente que lo nuestro no tenía solución y todos nos fuimos para casa mucho más sabios que habíamos salido.
Luego se demostró que el heavy es tan efectivo como los abrazos, pero esa es otra historia.
(Imagen de Bodyart Batanga)