El fútbol y yo

Mi futbolerismo ha evolucionado de nada a algo y a nada de nuevo a lo largo de mi vida.
Pasé infancia y adolescencia en una casa de fanáticos de la cosa: del Oviedo, del Barça y del Atlético de Madrid. No necesariamente por ese orden.
Recuerdo interminables tardes de domingo con el insoportable soniquete de la radio, los pitidos de morse, los locutores deportivos berreando, las entrevistas a individuos sinsustancia. Había veces que era peor y el insoportable soniquete en lugar de en casa era en el coche, espacio reducido, carretera con curvas y eso. Espeluznante.

Luego llegaron las cadenas privadas de televisión y los partidos del plus. La cosa fue a peor, porque además del partido de la noche de los sábados, había otro los domingos. Como digo, el horror. Ahora, visto en la distancia, parece poco… porque de repente empezó a haber partidos todos los días… pero entonces, a mí me parecía una barbaridad.

Creo que el único recuerdo divertido que tengo de aquella época fue cuando el Oviedo jugó la UEFA con la Genoa… y coincidió con las fiestas de la ciudad. El partido no sé ni cómo quedó, pero había 15.000 genoveses con gana de juerga pululando por la ciudad y yo tenía 17 años… Todavía me acuerdo de Paolo… «andiamo al parco», me decía… ¿al parco? ¿al parco? No fuimos, por supuesto… pero fue una noche estupenda…

Después me eché un novio, futbolero… mucho… y del Madrid. Lo tenía todo, el pobre. Por aquella época, en un momento de enajenación mental transitoria, decidí que si no podía con el enemigo, tenía que aliarme con el… Así que pasé de ignorar el fútbol y dedicarme al ostracismo a ver los partidos. Aprendí lo que era un fuera de juego o un penalty o cuándo algo era córner… No me hice del Madrid, claro. Todo tiene límites en la vida y, aunque el fútbol me de exactamente igual, el corazoncito está con los colores mamados en el hogar, más que nada porque para qué nos vamos a complicar la existencia.
Fueron años divertidos, de intensidad suprema cuando llegaban los Madrid-Barça o los Barça-Madrid. Eran los años del dream team de Cruyff… de las ligas perdidas de penalty injusto en el último minuto en Tenerife… en fin, las recordaréis sin duda. En aquellos años fue cuando dejé el whisky

realmadridAlgún tiempo después, a este novio, en un arrebato no se sabe muy bien de qué, un día le pareció buena idea poner encima de la tele de casa (de la nuestra, de la que compartíamos, vaya) la colección de vídeos de las copas de Europa del Real Madrid. Los VHS formaban un bonito curioso mosaico con el escudo del club.
Eso es lo que yo me encontraba en el salón de mi casa. Cada día. Tela.
Otra temporada le dio por hacer colección de los llaveros del club, de las jarras de cerveza… cuando estaba a punto de empezar a coleccionar la cubertería… nos separamos.

Tras esos años de lapsus, volví a mi ser y encontré a mi yo verdadero.

Primero dejé radicalmente de ver fútbol, de escuchar radio con fútbol, de ver la sección de deportes de los telediarios. Conocí a mi chico, que pasaba bastante del tema (yo creo que inconscientemente era condición sine qua non para formalizar una relación con alguien).

Durante un tiempo, me seguí sabiendo más o menos los nombres de los jugadores y entrenadores… Pero ahora me suenan tres, los que realmente trascienden a este deporte. El resto no tengo la menor idea de quién son y me parece increíble que haya gente que de por hecho que todo el mundo tiene que saber quién es Illarramendi (por poner un ejemplo real).

Por supuesto, he vuelto a ver algún partido de vez en cuando, alguna final de algo y siempre que juegue algún equipo que me haga tilín, si no, me parece todo infumable.

En mi círculo de amigos a pocos les gusta el fútbol. De hecho alguna vez lo pienso y me parece increíble. Teniendo en cuenta los niveles de futbolerismo que hay en este país, ¿será posible que sean colegas míos todos a los que no les gusta? ¿Desprendemos algún tipo de feromona especial que hace que nos unamos entre nosotros?

Sea como sea, anoche me enfrenté a la final de la Champions o como se llame ahora, con absoluta apatía. El Atlético de Madrid digamos que no es mi equipo favorito, aunque sí lo fue de mis abuelos y mi tía… y, en parte, de mi madre, por corazoncito. Y si tengo que elegir entre Madrid y Atleti, soy Atleti, claro. Lo que sea contra el Madrid… Pusimos el partido ya empezado y lo dejamos de fondo mientras cenábamos. Gol del Atleti. Bueno, bien. Mierda, gol del Madrid. Grrr. Se jodió, queridos atléticos… Lo siento… de verdad que sí… pero estos no perdonan… Florentino se abraza con Aznar…. WTF. Quité la tele cuando pitaron el penalty.

 

Y yo puedo seguir tan tranquila con mi vida porque el fútbol no va conmigo, no.

 

La fotografía destacada es de @Doug88888 via photopin cc.

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