Hay tres cosas que me congratula especialmente haber hecho este año. Dos de ellas tienen relación con el trabajo. Una está por venir (pronto ya…), la otra, ya superada, no me ha dejado buen sabor de boca. La tercera, tiene que ver con mis relaciones con la iglesia católica y con el hecho, confirmado por ellos mismos, de mi apostasía.
Creo que he sido afortunada. Mucho. Visto lo visto, mi única queja puede ser la demora en la comunicación del hecho. Por lo demás, hicieron caso de mi primera (y única) visita a la sacristía de una de las iglesias con más solera de Madrid.
Parece que ahora, estos individuos se amparan en el miedo al más allá que hay en algunos señores togados para darle hasta patadas al diccionario (al sentido común por descontado).
Dice el buscón de la RAE que fichero es «un conjunto organizado de informaciones almacenadas en un soporte común».
Así, un recetario de cocina, por ejemplo, es un fichero. Una relación de empleados de una empresa, es un fichero. También es un fichero un libro donde se apuntan datos personales de gente que no pidió ser apuntada y que no quiere estar apuntada ahí. Hecho histórico, dicen que es, inalterable.
Bien, el mismo tipo de hecho histórico que se están negando a revelar al juez Garzón ¿o es que usamos la historia, como los ficheros, a nuestro antojo?
Yo les propongo un ejercicio primero de humildad. Después, hagamos un fichero de católicos. Pero uno nuevo. El que quiera ser católico (o que lo sea ya) que se apunte, pero sujeto a las leyes de los países. El que no quiera, que se borre o que no se apunte.
Conseguiríamos dos cosas: reducir drásticamente el número de los que se mal llaman seguidores y por otro lado poner a esta panda de sinvergüenzas en su sitio. ¿O a quién cuentan cuando dicen que el x por ciento de la población es católica? ¿A los que no dejan borrarse de sus filas? ¿La Justicia de qué país consiente que estas cosas pasen?
Lamentablemente, a esta última pregunta tengo respuesta.
Meditación del día: parece que el presupuesto de la casa de SSMM los reyes se ve incrementado para el 2009 en un 2.7%. Tal y como están las cosas, podemos conformarnos con ver en las encuestas cómo su popularidad y campechanismo baja al mismo ritmo que sube su poder adquisitivo. Vamos por buen camino.