Es absolutamente condenable que dos docenas de energúmenos, probablemente inflados de alcohol, destruyan todo lo que pillen por delante y ensucien el nombre de una ciudad que albergaba una exposición (la de Reuters) que ha puesto a Vitoria-Gasteiz en el mapa mundial del fotoperiodismo. Me alegra que se haya identificado a algunos de los culpables y que se les vaya a aplicar la ley.
Esta actuación violenta se ha producido en medio de un reto difícil (no imposible): la conciliación del derecho al descanso y el derecho al ocio. Así pues, estas dos docenas de descerebrados ensucian el nombre de todos los manifestantes del pasado sábado (en torno a 3.000) y de toda la juventud vitoriana por extensión. Desgraciadamente, su actuación alimentará a los sectores sociales y mediáticos más retrógrados de nuestra ciudad y acogotará a los más avanzados y aperturistas en la búsqueda de una solución posible a este dilema.
Nos pongamos como nos pongamos, tarde o temprano habrá que coger el toro por los cuernos y tratar de conciliar descanso y ocio. A ver si los árboles plantados este fin de semana no nos impiden ver un bosque que lleva entre nosotros muchos años.
Es una pena, pero es cierto. Todos lo jóvenes hemos quedado manchados por las cenizas del incendio. En cualquier caso, no creo que hacer ostentación del estado etílico de 3000 jóvenes un sábado a las 2 de la madrugada sea la mejor forma de pedir que nos dejen abiertos los bares un ratito más para que podamos hacer uso del único espacio de ocio con el que, según algunos iluminados, contamos.
Mira, que mañana saco yo post de este tema, te me has «adelantao»