Dos años

Hace unos días me puse con la mil veces procrastinada tarea de limpiar mi inbox. Prácticamente todo era para archivar, ya voy borrando sobre la marcha lo que no me interesa. El caso es que, de pronto, un email me golpeó en toda la cara. Un email del 30 de abril de 2013.

«Happy late birthday gorgeous», decías.

Sonreí.

Creo que fui capaz de sonreír igual que cuando me lo enviaste. Recuerdo exactamente donde estaba y qué hacía cuando lo leí, en aquella casa rural del Périgord Noir, recién metida en la cama.

Hoy hace dos años que la vida me dio una buena hostia en toda la cara. Una hostia de estas que no te esperas. En realidad, las que de verdad duelen ¿se esperan? Quizá algunas las puedes ver venir pero lo que ni de coña te esperas es ese dolor sordo que te dejan. Ese vacío y esa falta de aire.

Esta vez no me faltó el aire. Pensé que te echo de menos. Echo de menos tus mails y tus bromas. Echo de menos a mi amigo y noto el agujero, pero ya no me duele. Al menos ya no me duele como me dolía. A veces lo noto, pero no duele. Es lo razonable en dos años, que en realidad son dos años y medio. Ha pasado casi una vida.

Este año es muy diferente. Me ha vuelto a pasar una cosa increíble, de esas que me pasan a mí a veces. Este verano voy a volver a verte (ya ya… no me digas nada…). Me han seleccionado para ir al TEDSummit a Banff… y una no atraviesa todo un océano y un continente para estar a unas horas de Boise y no ir a saludar. Volveré a cumplir mi promesa y estaré un rato contigo. P. y A. están tan emocionados como yo y acabo de escribir a tu madre, espero poder conocer a tus sobrinas esta vez. Como es increíble la cantidad de vueltas que da la vida, no digo nada más. Ya te contaré el resto cuando estemos.

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