El otro día ví la (muy prescindible) película Pompeya. Es infumable. Lo único que te mantiene un poco en vilo es la esperanza de que el Vesubio pete y se los lleve a todos por delante.
Por resumir el argumento, un romano muy muy malo y lampiño (Keith Sutherland) arrasa un poblado celta en Britania y se los pasa a todos por la piedra excepto a un niño que consigue huir… por poco tiempo, pues es capturado por unos tratantes de esclavos que le terminan convirtiendo en gladiador.
Este niño, ya gladiador (Kit Harington), por supuesto, lleva una barbita perfectamente aliñada y es lo más de los gladiadores de las provincias. Tanto, que su amo decide llevarle a la metrópoli y forrarse.
Llegan a Pompeya, ciudad de recreo, donde el gobernador de la ciudad (el barbita arreglada Jared Harris) y su mujer (Carrie-Ann Moss) las están pasando canutas con Keith Sutherland, que ha llegado de Roma dispuesto a llevarse a su hija (Emily Browning) para casarse con ella. Keith es un petardo y amenaza a Jared con dar malos informes de él al César porque su hija le está dando calabazas… pero claro, a su hija no le mola nada. Además, ha visto fugazmente a Kit y se ha enamorado locamente de él… y él de ella, por supuesto.
Keith también tiene un leal centurión, que es tan lampiño como él y que es un chungo que sólo quiere destruir a los gladiadores no se sabe muy bien por qué.
El gladiador triunfante lugareño es Adewale Akinnuoye-Agbaje un negro inmenso e hipervitaminado y tras hacerse los duros mutuamente, él y Kit se hacen amigos.
En esto, el volcán despierta y justo lo hace cuando están en plenos juegos sangrientos, a los que han cambiado sutilmente las normas para que se mueran ellos dos, pero no, claro. Ellos son super fuertes y super listos y pueden con media centuria romana y con el resto de gladiadores.
Como en cualquier película prescindible los que primero mueren son los buenos insulsos (los padres de ella), después el centurión imberbe que suplica clemencia (y todos sabemos que sólo los muy malos, tontos y cobardes hacen eso), luego el bueno que no es prota, o sea Adewale (una pena), finalmente el malo chungo, Keith, y, dado que no se salva ni chus, al final también palman los buenos y protas en plena euforia de amor eterno que les dura dos minutos hasta que les llega la nube piroclástica.
Lo dicho. Absolutamente infumable. El único detalle, subliminal, para más inri, ha sido el darme cuenta de que los malos no llevan barba, mientras que los buenos sí que la llevan. ¿Nos estará queriendo decir algo Wes Anderson?
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