La adversidad es mala. Le veo pocas cosas positivas. Lo pasas fatal. El mundo es una puta mierda. Todo se desmorona alrededor (bueno, todo, o parte… lo que sea)… El mundo se vuelve gris, no hay alegría… o no se la ves…
Luchas contra gigantes, los días se hacen eternos, las noches también… desconsuelo, desasosiego… No te apetece hacer nada y cuando no te queda más remedio lo haces con desgana y deseando que ese momento pase cuanto antes.
Pero la adversidad también tiene tres cosas positivas, como digo: creces. Mucho. Es como el refrán, lo que no te mate, te hará crecer. Como persona te haces grande, aprendes a superar obstáculos, a vadearlos, te reconfortas contigo mismo y aprendes mucho sobre ti… y también sobre los demás, lo que siempre está bien.
La segunda cosa buena es que pones a cada uno en su sitio. Aprendes qué puedes esperar de quién. Esto puede parecer malo, porque tendrás amigos que, de pronto, desaparecerán de la faz de la tierra… pero en realidad, te están haciendo un gran favor… para tener amigos así, más te vale no tener nada.
Es un hecho. Hay gente que ante la adversidad se crece y otros que preferirían hundirse, pero no hay que hundirse, hay que remar, porque, al final, escampará, y serás mejor persona.
Y la tercera y última… que pasa. Nada es adverso para siempre. Por lo tanto, cuando ese período finalice, que lo hará, todo volverá a su sitio, menos lo que no merece la pena que vuelva.
Y al resto, bambú.