Hay pocas cosas que reconforten más que un abrazo y que comuniquen tanto…
Con un abrazo consuelas, con un abrazo acompañas, con un abrazo perdonas, con un abrazo abrigas, con un abrazo se te abre el alma… y a quien se lo das también.
¿Recuerdas cuando eras pequeño y estabas sufriendo y tu madre te decía «ven»…? ¿O cuando has tenido un mal día y llegas a casa y tu pareja o tus hijos te da(n) un abrazo de oso? ¿Y un abrazo de pasión? ¿O uno de amistad, de estoy aquí y te estoy acommpañando? ¿Un reencuentro? ¿Una despedida?
Hay abrazos cortos, intensos, blandos, como que se te escurren las manos… (esos no molan demasiado), hay abrazos largos y que no quieres que se acaben nunca, abrazos que te electrifican, abrazos de palmaditas en la espalda y abrazos prietos, abrazos de amigos (y de amigas), de amantes, de abuelos, de padres, de hijos. Todos son diferentes y cada uno significa una cosa diferente.
Con un abrazo no dices nada y lo dices todo. No hace falta verbalizar porque encierra en sí mismo todo lo que hace falta para expresar lo que quieres.
Y ahora, ¡corred a abrazaros a alguien!
PS. Me dice Nuria por el pinganillo que se me han olvidado los abrazos digitales. En realidad no se me han olvidado (cómo podría)… pero sobre la virtualidad de los sentimientos tengo un post pendiente… próximamente, en sus pantallas…