Reencuentros

Ayer tuve un día de reencuentros.
Me reencontré con una amiguísima del colegio, con la que llevaba 25 años sin hablar, y que nos pusimos al corriente de nuestras vidas en diez minutos (literal). Y también me reencontré con un ex novio.
Los ex novios pueden ser armas de doble filo, pero en este caso no lo es.
Este ex novio es un cielo. Lo fue desde el primer momento en que le vi y lo sigue siendo. Sin trampa ni cartón.
No usa redes sociales (¿que quéeeee?) ni falta que le hace. Es tan auténtico como el día en que le conocí, según entré en el O’Neill’s de la Calle Príncipe en Madrid y se me cayó la lengua al suelo 🙂
Doce años, tres hijos (entre los dos) y mucha vida después, sigue siendo la misma persona capaz de decir frases tan brillantes como «las personas no cambian pero las parejas se unen y se desunen» en un quítame allá esos sms (porque no gasta, insisto, redes sociales, en ninguna de sus acepciones).

Mi historia con este chico fue una historia peculiar. Y, pese a no llegar a ningún sitio, tampoco nos hizo falta. Si ahora mismo le busco ubicación en mi historia personal, soy consciente de que jugó un papel fundamental que, entonces no era capaz de ver, pero hoy sí.
De hecho, no mucho, pero con frecuencia suficiente, nos escribimos y sabemos el uno del otro. Curiosa historia.
Me sacó de un clavo y me llevó directa al siguiente, que fue el clavo final, por así decirlo…

La historia tuvo principio, pero tuvo un final difuso… De hecho, recuerdo conversaciones difusas en la difusión del inicio de… en fin… todo era difuso, disculpadme, que hace mucho 😛

Brindo por los reencuentros. Suelen ser para bien.