Estás de bajón. Algo te remueve y puede que no sepas qué es… o puede que lo tengas clarísimo.
Tienes que tomar una decisión importante, puede que pienses que nadie te comprende, sientes un vacío dentro, como si te faltara una pieza de tu puzle, un vacío que sabes que nunca más se va a volver a llenar… no sabes si podrás vivir con el vacío o si necesitas con urgencia una pieza nueva: recolocarlas desde luego… Tienes angustia, ansiedad, no duermes, no te concentras…
Y en estas te sumerges en tu propio mundo, te encierras… o lo cuentas… a poca gente, claro… Abrirse es un trabajo agotador que te deja exhausto y no tienes claro que te vayan a entender… de hecho, algunos te miran con cara de marciano, como si te hubieran salido antenas… y minimizan el dolor… bah, se te pasará… (joder, menuda conclusión…)
Pero, de pronto, encuentras a alguien que no sólo te entiende, sino que te entiende más de lo que te imaginabas… Alguien que te acompaña en tu momento, que te da calorcito, que sabe que pasará, sí, pero que lo hará a su tiempo y no te fuerza a nada que a ti no te apetezca. Hablas mucho, de muchas cosas, de muchas preocupaciones (de las originales y de otras muchas más)…
Estás ahí a cualquier hora, de cualquier día, en cualquier momento, para contar una chorrez o para algo más profundo, para una llantina, para un dolor concreto, para un pensamiento… y aunque no llega a dejar de doler, desde luego ayuda a no sentirse tan solo.
Ver el mundo a través de los ojos de otra persona ayuda a recomponer porque sumas experiencias…
Así que quiero que sepas que yo estoy aquí y que siempre lo estaré. Estas son las cosas que no se olvidan nunca.
Ey!! Pues aquí andamos… 😛
Hola, Maripuchi-Cristina! Cuánto tiempo! Me alegro de reencontrarte después de tanto tiempo! Te mando mil besos. Muaa