No se puede ser objetivo en esta vida. Todos tenemos unos ojos y un cerebro y vemos el mundo a través de ellos. Podemos tratar de neutralizar sensaciones, gustos, lo que sea, pero siempre serán los nuestros.
La única forma en la que alguien es objetivo es mediante la experimentación científica: uno observa, mide y en base a esas mediciones, establece sus teorías o sus conclusiones.
La vida no es un experimento aunque a veces lo parezca. Así que lo que vemos, lo vemos a través de nuestros ojos subjetivos. La belleza es subjetiva, la amistad lo es…, el dolor…
Nadie puede decirte si algo te duele mucho, poco o regular. El dolor es tuyo. Es personal e intransferible. No puedes traspasar a otra persona tu dolor, nadie te lo puede quitar. Tienes que pasarlo, sentirlo, que te pinche, que te atraviese, pegarte con el… en el barro si hace falta… y tratar de recomponer y de recomponerte.
No puedes minimizar el dolor de otra persona porque, aunque puedas intuir, no puedes ponerte en su piel por completo. Lo intentas, pero… siempre hay algún pero que hace que haya diferencias entre lo que tú hayas podido experimentar o, desde luego, imaginar y lo que quien sea está sintiendo. Empatizar con el dolor es complicado. Es así. Puedes acompañar, estar ahí, hablando o en silencio… pero nunca sabrás si haces bien o no tan bien a quien quieres ayudar…
El dolor es así de complejo.
Gran parte de una desgracia cualquiera consiste, por así decirlo, en la sombra de la desgracia, en la reflexión sobre ella. Es decir en el hecho de que no se limite uno a sufrir, sino que se vea obligado a seguir considerando el hecho de que sufre.
– C.S. Lewis, Una pena en observación.
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