Te conformas con cosas para no hacer tu vida insoportable.
Te conformas con el colegio que eligen tus padres, con la ropa que te compran… hasta que llega un día en que le dices a tu madre que más lazos no, por favor, y que la camiseta repollo que te ha comprado que se la ponga ella…
Te conformas con pertenecer a una manada, a una pandilla, cuadrilla… llamadlo como queráis. Por el hecho de pertenecer al grupo. A todos nos gusta sentirnos aceptados.
Te conformas con tus notas, con la carrera que has elegido, aunque a mitad de camino te das cuenta que eso no es lo tuyo. Te conformas con tu primer novio… Te conformas con tu ciudad, aunque no haya trabajo. Te conformas con tu trabajo, aunque no te aporte nada… Te conformas con tu marido, aunque es un cantamañanas y pasa de ti o con tu mujer, a la que no soportas. Te conformas con tu vida rutinaria y con lo que te va trayendo, porque tener sueños está bien, pero algunos pueden ser inalcanzables en un momento dado, o estar demasiado lejos en el tiempo… y vamos resignándonos a vivir una vida que no es la nuestra, ahí, en nuestra rutina, para no morir del horror.
Nos sentimos en una caja, encerrados. Esto es complicado de explicar porque la caja no existe, claro… Pero tú te sientes igual que si te hubieran metido en una cárcel.
De pronto un día alguien enciende la luz y, ohhhh, ves el camino. Lo ves tan claro, tan nítido y suele suceder todo tan rápido que es abrumador. Pero ahí está el camino…
Un día dije
«lo quiero todo, quiero el sueño completo»
y me contestaron
«mereces ser feliz. No te conformes con menos»
Y desde entonces trato de no conformarme.
Me alegro de que te haya gustado 🙂
¡¡Que bueno!! (es que tenía que decirlo).