Me elevo por encima de mí misma y me veo y miro a mi alrededor. Me veo como en una película de mí misma, como si las cosas que me pasan o me han pasado no fueran conmigo, pero sí que van. Van todo.
Hago arqueología y veo mi propia historia y la veo como si fuera la historia de otra persona porque hay cosas tan increíblemente alucinantes que me cuesta trabajo pensar, incluso, que todas estas cosas me hayan pasado a mí. Pero sí, sí…
Soy el cúmulo de cosas que me han pasado hasta llegar a hoy. No puedo ser otra.
Hace mucho tiempo, en conversación con una persona dije:
«la gente no cambia, la gente se hace mayor»
Y hoy la frase cobra todo su sentido.
Tenemos capas y nos desprendemos de algunas y nos vamos poniendo otras para acomodarnos a las situaciones que nos van pasando. Sólo algunas (pocas) veces tú eres realmente tú. Y es en esas ocasiones de descubrimiento casi absoluto, de ser tú misma realmente, sin artificio alguno y sin trampa ni cartón es cuando te miras y no te ves…
Las cosas que (te) pasan.
ya lo dice Auster mejor que nadie
«“Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quién jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro”.
Pero (te) pasan.